EL TATUAJE ES UN ARTE POPULAR QUE TRASPASA LAS FRONTERAS FÍSICAS
EL TATUADOR, UN ARTISTA DEL CUERPO
Pasión, habilidad dibujando y un pulso solemne es todo lo necesario para dedicarse al tatuaje
Javier Rodríguez: “El momento en que la aguja entra en contacto con la piel es lo máximo”
Un tatuador haciendo uno de sus diseños
El trabajo del tatuador reviste una solemnidad y una precisión meticulosa como si de un cirujano se tratase. Trabajan con el cuerpo de los demás, es su medio de trabajo, su lienzo en donde plasmar sus creaciones, y convierten el dolor en una experiencia interior que comparten con el que se tatúa.
“Tatuaré toda mi vida, el tatuaje me llama, no hay opción” me confiesa Javier, tatuador profesional des de hace cinco años. Trabaja en el establecimiento situado en la calle Tallers de Barcelona “LTW”, un local pequeño, con poca luz, cuyas paredes están repletas de fotografías de tatuajes y en donde se respira un clima que mezcla fascinación con dosis de transgresión.
La sala donde me recibe es la misma donde trabaja. Totalmente blanca, con una camilla de cuero oscuro en el centro, y una mesa larga en donde hay un sinfín de material (máquinas y productos de sanidad) cubiertos todos ellos con un plástico protector. Él se sienta en la camilla de manera muy informal. Su look va en consonancia con su profesión. Viste todo de negro y con pantalones por debajo las rodillas. La manga corta del polo deja a la vista sus más de cinco tatuajes en su brazo izquierdo, uno de ellos un dragón rojo y negro impresionante. Las piernas también las lleva decoradas con distintas imágenes, des de una geisha en negro, hasta distintas formas triviales. Su nombre completo es Javier Rodríguez, aunque como todo buen tatuador dentro del mundillo tiene un apodo, Javiking, que como él bien explica “está dedicado a mi primer tatuaje” y me enseña un dibujo de una corona en la muñeca izquierda junto con unas palabras “The King of my life” en pequeño, “la culpable o la que desencadenó todo lo que soy hoy” termina diciéndome. Así empezó todo, con un simple tatuaje, minúsculo en comparación con los que decoran ahora el resto de su cuerpo, pero tan o más significativo que los demás. Ahora bien, no todo el mundo que se hace un tatuaje acaba trabajando en ello, y en un principio él tampoco tenía la profesión de tatuador en mente cundo con 17 años se hizo su primer tatuaje. Al preguntarle por sus inicios enseguida me remarca que él está licenciado en Diseño Gráfico y me confiesa que”en la vida las cosas no son para quien las busca, sino para el que las encuentra, y yo creo que el tatuaje me encontró a mí”. Eso fue lo que le sucedió. Empezó a estudiar la carrera, pero en el tercer año se hizo un segundo tatuaje, y a raíz de eso empezó a interesarse por este mundo. “El tatuaje como arte popular que es me mantiene más en contacto con la gente a diferencia del trabajo en solitario del taller frente a un ordenador encerrado” me confiesa mientras se acaricia el tatuaje de su mano izquierda. Pero no todo fue coser y cantar. Antes de dedicarse profesionalmente a ello tuvo que hacer diversos cursos para aprender a utilizar el material y sobre todo conocer a consciencia las medidas sanitarias que debe tomar todo profesional. Aún así una cosa está clara, “si uno no tiene habilidad para dibujar, no hace falta ni que se lo piense dos veces, que se dedique a otra cosa” sentencia medio riéndose.
Mientras habla y se explaya en lo que es su trabajo y pasión, saca agujas, me muestra el jabón que utiliza antes de tatuar, me muestra cómo se usa la máquina para esterilizar y sube la voz para enfatizar que (tal y como yo ya había observado) todo está rigurosamente higienizado, incluso “con el certificado del ministerio al día”, dice, apuntando a lo que parece un diploma colgando en la pared.
Tatuar va mucho más allá que un simple oficio o el mero hecho de dibujar sobre un cuerpo. Para un tatuador plasmar un dibujo, sea obra suya o por encargo, es una tarea que traspasa las fronteras físicas, y entre el cuerpo a tatuar y el tatuador se establece una relación química. Que un tatuaje quede bien hecho no es siempre el objetivo de quién lo hace. Lo importante es traspasar la idea y el sentimiento que tiene la persona que se va a tatuar, y ésta según Javi es la magia de los tatuajes “crear lazos con la gente que tatúas” concluye. Para él su trabajo es su vida, “para mí el ser tatuador corresponde al 90% de mi vida. Me levanto pensando en el primer tatuaje que voy a hacer en la mañana y me acuesto pensando en el último que hice en la noche”. Al iniciarse en este oficio me comenta que tenía mucho miedo de equivocarse y hacer daño a la persona pero, como en todo, “la experiencia acumulada durante los años te enseña a no pensar en eso y a afrontar cualquier imprevisto”. Aún y con cinco años tatuando a sus espaldas confiesa que la sensación que sintió por primera vez todavía la sigue sintiendo “el momento en que la aguja entra en contacto con la piel es lo máximo, se crea un círculo entre la persona que tatúo y yo, siento las vibraciones de la máquina a través de mi mano y como estas pasan por mi cuerpo y vuelven” explica gesticulando con los brazos como si las estuviera sintiendo en ese mismo instante.
Cada tatuador acostumbra a especializarse en alguna temática en concreto a la hora de hacer sus propias creaciones. Hay quienes prefieren el arte demoníaco, los retratos o las sombras, él simplemente le encanta trabajar con el color “me gusta trabajar con los matices, las degradaciones” y aunque por desgracia no siempre puede elegir con que trabajar, me resume el concepto de sus tatuajes como si de hacer stickers (pegatinas) en la piel se tratase, para luego exponerme su teoría: “creo que los pensamiento son en blanco y negro, y los deseos en color”.
Otros, como por ejemplo Lola García, prefieren las calaveras. Ms. Deadreamer, que es como se la conoce dentro del sector del tatuaje, es junto con Patricia las dos únicas mujeres que trabajan en la tienda “LTW”. Con diez años de experiencia en sus manos, me comenta cómo ha cambiado esta profesión en estos años, y con orgullo en su voz confiesa que “las tatuadoras somos minoría en esta profesión, pero ahora al menos entre cien, ocho son mujeres” haciendo referencia a los años ochenta cuando esta profesión era desconocida por las mujeres. A diferencia de Javi, ella no tiene ninguna carrera de base, tan sólo una pasión: dibujar. Con esta habilidad innata, paciencia y un pulso de hierro, son los únicos tres pilares imprescindibles para según ella “poder ser un tatuador” aunque termina admitiendo que” si no sabes plasmar la idea de un cliente en el papel de poco te va a servir la técnica”. Vestida también totalmente de negro y con el pelo corto lleva el cuerpo tatuado hasta arriba, pero lo que más llama mi atención es el piercing que luce en su nariz, justo en el medio. Es de Chile, tiene casi treinta años, pero con veinte se vino hacia Barcelona ya que en su país el tema de los tatuajes estaba muy atrasado. Sus primeros trabajos, y a modo de práctica, como ella dice, fueron en su propio cuerpo, para ir cogiéndole el tacto a la máquina, “en aquella época los tatuajes que se hacían eran muy simples, eso me hizo coger una base muy buena para ir escalando peldaños e ir perfeccionando mi técnica.”
Su profesión, al igual que Javi, es su vida, y un motivo por el que seguir adelante; “el tatuaje es uno de los pilares de mi vida, me aporta muchísimo. Me ofrece una realización personal indescriptible” y añade sonriendo que si algún día le tocase la lotería lo último que haría sería dejar de tatuar. Para ella el tatuaje, aparte del aspecto estético, no deja de ser una proyección de las ilusiones o frustraciones de cada uno, “el subconsciente nos delata, para bien o para mal” afirma al preguntarle por las razones de hacerse un tatuaje u otro, y me confiesa que ella puede describir la personalidad pasada y presente de una persona sólo viéndole los tatuajes puesto que “al igual que la vida, la mente cambia, y cada tatuaje recuerda un momento de nuestra vida, bueno o malo”.
Ante todo, y ellos no son una excepción, a todo tatuador le emociona y le provoca una especie de exaltación emocional el hecho de traspasar un dibujo a la piel. Como una marca personal del propio autor, ésta traspasa la piel, y a diferencia de cómo sucede con el papel que se acaban perdiendo, estos quedan plasmados para siempre en la piel de la gente. Durante la acción, el cuerpo del tatuado se despersonaliza y se reduce tan sólo a la zona en donde debe actuar el tatuador, una especie de poeta que trabaja con agujas y tintes. Unas manos con un talento natural y una mente privilegiada para dar vida a lo que en un instante fue pura fantasía, son la combinación perfecta para su oficio. Porque, en lo que a tatuajes se refiere, todo comienza con una idea, la idea lleva al diseño y este a la piel. El tatuado transforma con pasividad su dolor en una experiencia interior, mientras que el tatuador realiza una obra única y con su toque personal, de ahí los cimientos de arte en el tatuaje.