lunes, 20 de abril de 2009

UNA ADORABLE CRIATURA

Símbolo del erotismo de los años 50’, la imagen de Marilyn Monroe ha pasado a la posteridad mitificada aún más después de su muerte. Piel blanca, labios carnosos color carmín, pelo platino y un cuerpo dibujado por sensuales curvas, una mujer deseada por muchos, pero querida por muy pocos. Marilyn Monroe era Norma Jean, una niña inocente encerrada en un cuerpo de mujer que creció demasiado rápido.
Pocos llegaron a conocer realmente como era ella. Uno de ellos fue Truman Capote. El periodista e escritor fue capaz de dibujar entre las líneas de “Una adorable criatura” la imagen delicada de la actriz, con la que coincidió en el funeral de Constance Collier. Escrito de forma breve, pero agudo y puntilloso, Capote nos descubre a una Marilyn hasta entonces desconocida para el público, una chica frágil, insegura, que siempre llegaba tarde a todos los sitios e inmadura; una personalidad que dista mucho de la imagen superficial y banal con la que la etiquetaron.
Línea a línea, y tras pasear por la calle y beber champagne en un restaurante chino, Capote consigue captar la chica ingenua y fácil de engañar, pero a su vez dulce y sensible, que se esconde detrás de la máscara de Marilyn. La inseguridad en sí misma, ejemplificada en cada movimiento, en cada mirada, su nerviosismo cada vez que se mordisqueaba las uñas, y como restaba por más de veinte minutos en el baño observando a su álter ego en el espejo, son imágenes que Capote deja a la imaginación del lector.
Ya en el muelle de South Street, Capote compara a Marilyn con Galatea, blanca como la leche, frágil; contemplando el mar y el horizonte, viajando a lo lejos sin ni siquiera moverse, mezclándose con el cielo gris y las gaviotas, para terminar esfumándose.
Esa fue la última vez que se vieron, la última vez que Capote compartió una tarde con “esa adorable criatura de extraño y adorable talento que bulle en su interior como un espíritu enjaulado”.

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